Los invisibles y su aporte a la convivencia


Sara es invisible. De niña era silenciosa, “no molesta” decía su madre. Muy pronto tuvo que ayudar en casa porque eren muchos y la plata no alcanzaba, se puso a trabajar en una empresa de limpieza donde le ensañaron a ser eficiente en el trabajo, sin hacer ruido. Pasar inadvertida era la consigna, cuanto más mejor, así, mientras recogía la basura y sacaba las manchas del suelo, arrastraba el cubo de agua de manera silenciosa y haciendo movimientos suaves y controlados. Aprendió que una de las claves per cumplir el objetivo era ocupar poco espacio y dejar las superficies lo más escurridas posible, ojalá seques, como si nunca se hubiera limpiado, así, además de limpiar, de alguna forma se borraba el rastro de quien limpiara.
El aseo, para estar bien hecho, tiene que ser invisible. Y no es el único trabajo! Pasa lo mismo con los pintores, eléctricos, aires acondicionados y muchas tareas técnicas que el mundo necesita que funcionen y que no den problemas. Son trabajos con un alto valor práctico, los necesitamos con urgencia y cuando fallan todo falla, nos pone de malhumor y nos hace infelices. Cuando funcionan bien, una de las claves es que no se note, pero el riesgo es que no las valoremos.
Como Sara, miles de mujeres y hombres en el mundo mantienen limpio el metro, escuelas, universidades, centros comerciales, bancos, clínicas y hospitales, bencineras, supermercados, restaurantes, trenes, museos, tiendas de todo tipo y todos, todos, todos los baños del mundo en tiempo récord.
Son gente muy especializada que sabe sacar a gran velocidad y con precisión manchas pegajosas de bebidas, chicles, vómitos y sangre, grafitis de ventanas, pegatinas y calcomanías, caramelos pisados y limpiar vidrios de manera inadvertida.
Sara ara trabaja en un aeropuerto, ella ve a muchas personas todo el día, muchas, muchas, van de prisa. Gente de todo el mundo que corre arriba y abajo y no tiene tiempo. No se saludan, tampoco a ella, de hecho, a ella no la ven.

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