La lección de Don Isidro


Don Ricardo es profesor y desde muy joven -este año cumple ochenta-ha ocupado cargos de gestión directiva, todavía hoy es asesor a tiempo completo para una red educacional. Su vida está en relación directa con acompañar a personas, actualmente más bien adultos, que ejercen la educación.

Los fines de semana, vacaciones y tiempos de descanso, se retira a un campo en el que tiene algunos árboles y desde el que observa el mar, pero lo que más cultiva es el silencio con la “sole”, dice en broma, refiriéndose con una sonrisa a la soledad. Enviudó cuando sus tres hijos todavía eran chicos y se dedicó a ser padre y madre para ellos, así como de otros niños, niñas y jóvenes que como educador tenía a cargo. Disfruta mucho ir al campo, e incluso cuando van los hijos y nietos le gusta mucho tener un tiempo para escuchar el mar y ver los arbolitos, aunque, no los cuida él, sino que Don Isidro quien es su hombre de confianza.

En unas vacaciones calurosas, Don Ricardo pensó que tenía que regar los árboles, pues podrían deshidratarse y así empezó a hacerlo hasta que Don Isidro percibió, por la humedad que restaba en el suelo alrededor del tronco, que alguien estaba interviniendo en la labor del cuido. Así que se acercó a Don Ricardo y le preguntó si había estado él regando los árboles. “Claro”, le contestó Don Ricardo, sorprendido por el rostro de Don Isidro, que pudiera haber algún inconveniente en ello. Y efectivamente lo había.

Don Isidro le explicó entonces que había dos maneras de conrear los frutales, una era regarlos, pero la otra, para él mucho mejor, era dejar que el propio vegetal buscara la humedad en el suelo, lo que implicaba desarrollar su raíz en busca de humedad y esforzarse, lo que repercutía en un árbol más enraizado y sano, incluso con mejores frutas. Don Ricardo, quedó muy perplejo en la lección que no solamente aprendió de inmediato, sino que de manera inevitable llevó al plano educativo y que hoy convierte en consejo para los docentes:

“es bueno que los estudiantes busquen sus propios intereses, investiguen en sus propias certezas y así sus raíces se fortalezcan”.

¿Cuál es entonces la labor del cuidador de los árboles?, preguntó Don Ricardo, “sería podar para que entre más luz al centro del árbol, fumigar cuando hay plagas, ralear cuando viene muy cargado de frutas…” 

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